Hace unos días la Profesora y gran amiga Carmen García Colmenares, con su generosidad habitual, nos ha enviado abundante material sobre varias maestras republicanas palentinas que fueron represaliadas por la Dictadura, fruto de su investigación y su lucha incansable por recuperar la memoria y devolver la dignidad a estas magníficas mujeres.
Iré subiendo estas semblanzas, empezando por la de Julia Pinedo que fue castigada no por su labor como docente, sino por sus ideas y por llevar una vida no acorde con los modelos tradicionales.
PINEDO MASA, Julia
Dueñas 1899-?
Julia nació en Dueñas (Palencia) el 12 de enero de 1899, hija de Anastasio Pinedo Carraneja, industrial, y de Dorotea Masa Chacón.
El 14 de mayo de 1913, con 14 años de edad, solicitó a la Directora realizar los exámenes de ingreso en la Escuela Normal de Palencia.
Fue una de las maestras que ofrecieron sus servicios a la Diputación Provincial de Palencia durante la II República para encargarse de las colonias escolares “en clima de altura” organizadas por esta institución en la Abadía de Lebanza (Palencia), en las proximidades de San Salvador de Cantamuda. Estas colonias coincidían en verano con las colonias madrileñas organizadas en este mismo sitio por el Ayuntamiento de Madrid. En la colonia de la Abadía de Lebanza debió de ejercer una gran labor profesional y pedagógica, ya que en octubre de 1934 el pleno de la Diputación acordó “felicitarla por su excelente actuación al frente de ella y autorizar a la Presidencia para que premie sus trabajos con una gratificación de 200 pts.”.
Colaboró en estas colonias al menos en la campaña del año 1934. La maestra presentó una memoria escolar sobre su labor con las niñas de las colonias y por eso fue felicitada.
En el verano del año 1936, tras el estallido de la guerra las colonias de niños palentinos y madrileños fueron disueltas y los niños de Palencia regresaron a la capital, aunque los niños madrileños permanecieron allí incomunicados.
Julia debió de regresar e incorporarse a su escuela de Bustillo de la Vega, ya que el alcalde informó al Rector de la Universidad el 10 de septiembre de 1936 de que los maestros Julia Pinedo y Bonifacio Salan se hallaban al frente de sus respectivas escuelas desde el día 1º de septiembre hasta la fecha “sin nota desfavorable”.
Contrasta este primer juicio positivo con las graves informaciones que aparecen en el expediente de depuración que se le abrió yen el que censuraban la conducta personal y profesional de esta maestra, afectando a su reputación privada.
Según los informes que poseía la Comisión Provincial de Depuración, esta maestra había tenido una conducta bastante indeseable tanto en el terreno profesional, como en el personal y social. Así sucedió con el informe que la Comandancia de la Guardia Civil envió a la comisión provincial, muy crítico con el comportamiento privado de esta maestra. En el terreno profesional se acusó a Julia de que “no estaba las horas reglamentarias” en la escuela, de descuidar su trabajo y de que “antes del Movimiento cumplía las leyes laicas con neutralidad”, además de no contar “con la estimación del vecindario”; en el terreno personal, se denunció que la maestra había abandonado al marido y a sus hijos, “ha dado escándalo yéndose de casa y regresando a altas horas de la noche; hijos solos y abandonados; se pasaba las noches en tabernas”, con el consiguiente mal ejemplo para el pueblo; en el terreno moral, al encontrarse separada del marido, su conducta fue calificada rotundamente como “censurable” y “mala”.
Y, por último, en el plano político también se la acusó de simpatizar por las izquierdas, ya que “patriotismo tiene poco, no se ha dedicado a la política, pero se ha inclinado siempre a las izquierdas”, además de estar “infiltrada de ideas malsanas y liberales”.
La maestra tuvo un plazo de diez días para responder en el pliego de descargos a todas estas acusaciones. Sin embargo, la Comisión de Cultura y Enseñanza la sancionó el 14 de diciembre de 1937 con el traslado de escuela dentro de la provincia.
Fuente: Ficha proporcionada por la Profesora Carmen García Colmenares